Al final, esta historia nos
deja claro que la única función de la CPK es la catálisis de la Fosfocreatina para
que ésta done su fosfato a la molécula de ADP, convirtiéndola en ATP, y
haciendo de ésta un nuevo reservorio de energía química, lista para ser
convertida en la energía mecánica necesaria para el proceso de contracción
del músculo.
De aquí se infiere claramente que, cuando realizamos un esfuerzo
físico, cualquiera que sea su naturaleza y su intensidad, en la sangre se
puede encontrar cierta cantidad de CPK. En otras palabras, y dado que la
vida misma implica el movimiento constante de músculos, tanto de aquellos
que dependen de nuestra voluntad (los de nuestros brazos o piernas, por
ejemplo), como los que son controlados por nuestro Sistema Nervioso
Autónomo (corazón, pulmones, etc.), es de esperarse que en nuestra sangre
siempre existan ciertos niveles de dicha enzima.
[3] Transformación química motivada por sustancias que
no se alteran en el curso de la
reacción.
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